Te aseguro que cada pequeño momento que vivimos se grabo a fuego. Que estará aquí para siempre. Que por mucho que la vida nos ponga a prueba, sé que algún día el teléfono sonará. Y entonces será inevitable. Pero sé muchas otras cosas...
Sé que a veces es mejor que estés lejos, que tengamos tiempo, que pensemos y que reflexionemos. Cruzarnos por la calle y pensar en que quizás lo mejor hubiera sido no haber cruzado nuestros caminos. Pero allí, lejos, en el fondo, sé que moriría por tí...

Vamos a comernos tu y yo el mundo.


Qué si quieres me voy contigo a conocer mundo, sin punto fijo, sin mapas ni rutas trazadas el día anterior. ¿Por dónde empezamos? Desde esa cafetería a las afueras de la ciudad, esa que tanto nos encanta ir cada Domingo. Sí, definitivamente sería el lugar idóneo para empezar nuestro viaje. ¿Hacia dónde nos dirigimos? Vallamos hacia el oeste, o hacia el este ¡Qué más me da! Vamos donde nos lleven las carreteras, esas carreteras de arena amarilla que dirigen Dios sabe dónde. Paseemos por los prados más verdes que encontremos por el camino, por las playas más desiertas, por los acantilados más altos. Visitemos Notre Damme y subamos a la parte más alta del edificio¿Dónde terminaremos? Donde el destino nos lleve. El límite es el cielo.